Alfaro clamó recuperar su vida a partir de diciembre. Gallardo siente, a pesar de vivir en las mieles del éxito, que ser DT es una profesión muy ingrata. Ese sufrimiento en gran parte es por nuestra labor.



Será antipático para el entrenador de Boca escuchar que manejó muy mal el caso Tevez, pero es la realidad. Le dolerá oír que debió ponerse firme con Benedetto y Nandez para que se queden hasta fin de año, o por lo menos exigir refuerzos de jerarquía, no conformarse con la llegada de Hurtado y Soldano, también es cierto, pasó, son hechos, “facts”, como dicen en los juicios americanos. Quizás lo que más le duela a Gustavo Alfaro es que Boca en 10 meses no tuvo identidad, ni estilo, y que pocas veces se pareció a un equipo del ex entrenador de Arsenal. Ocurrió, en contadas excepciones, en los partidos con San Lorenzo, Paranaense, Liga de Quito y la revancha con River en la bombonera. Dejará como legado un planteo ultraconservador en el Monumental, nunca antes visto por parte de Boca jugando en Nuñez, y su famoso “yo no voy a ser partenaire de la fiesta de nadie”. Un gran declarante como él, la terminó mandando a la tribuna con frases como “hay que renovar el plazo fijo” o “les mostré videos a mis jugadores de como se tiran los futbolistas de River”.
Lo mismo cabe para Barros Schelotto, en tres años solo encuentró dos partidos en los que su Boca haya ganado por la mano del entrenador. Contra Palmeiras en la semifinal de ida en la copa del 2018, con el ingresó de Pipa Benedetto a 20 del final, clavó dos golazos, y Boca se encaminó a la gran final. El otro es la vuelta en Belo Horizonte, en cuartos de final del mismo torneo, cuando por primera vez cambió su 4-3-3 por un 4-5-1 mucho más eficaz para jugar de visitante en Brasil. Guillermo perdió la Libertadores más fácil de la historia de Boca, jugó contra River sin Gallardo en el banco los dos partidos, tuvo hinchada las dos veces, Scocco estaba lesionado, Borre suspendido, a Boca le sobraba Cardona, Zarate, y sin embargo, perdió en el suplementario, donde debía hacerse fuerte por sus variantes. Es antipático, pero debemos decirlo, aunque el mellizo se fastidie.
Si hablamos de Gallardo, hablamos del DT más ganador del fútbol argentino, de Bianchi y Sabella a esta parte. Chapeau! Aún así, hay puntos grises para marcar, por ejemplo, estoy convencido que sin la ayuda del VAR, River no hubiese ganado la copa en el 2018, por el escandaloso penal no cobrado a Pinola, más el penal puntilloso el último minuto en Belo Horizonte.  Tal vez no jugaría esta final, la del 2019, sin recibir un penal por serie jugando de local, más un gol anulado a Cruzeiro en la cancha de River. Son hechos, moleste a quien molesté. Qué Napoleón hablé de arbitrajes escandalosos en la copa, es más o menos como que Evo Morales te quiera enseñar la transparencia en una elección en Bolivia. Tampoco es políticamente correcto, decir que el muñeco hace una “ramoneada” con su hijo Nahuel, a Ramon lo mataron por poner a Emiliano unos pocos minutos, Nahuel juega hace un año y no pasa nada, Gallardo sale ileso, tal vez en su flanco más débil como entrenador de River. Escribirlo, es tan antipático como verdadero. 
Los directores técnicos sueñan con un mundo sin periodistas que marquen sus errores, es imposible. Tan imposible como ser DT de Boca o River, no tener presiones, y seguir disfrutando la vida como cuando dirigías Arsenal de Sarandi, Lanus o Nacional de Montevideo.

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