Boca consiguió su triunfo más importante en la Libertadores en un momento clave. En la altura, tras el mazazo de Almagro en la copa Argentina, en la previa del súper liguero, y sobre todo para demostrarse a sí mismo que está vivo, y que puede.



Alfaro estaba cargado. Por muchos motivos. La caída inesperada de La Plata, la decisión de viajar 48 horas a la altura de Quito, la presión de gestionar tantos egos juntos, la necesidad de ganar la séptima, y el tiempo, este 2019 que dé a poco se empieza a consumir, y con él tal vez, su tiempo en Boca. Por todo eso es el gran ganador de la noche ecuatoriana, jornada sabrosa para el hincha xeneize, porque no fue solo un triunfo como en Curitiba, fue una actuación redonda, completa, sólida, de Boca, en la temida altura donde la pelota no dobla, en serio no dobla Bébelo?
Me dio la impresión que Boca encontró en estos 90 minutos algo más que funcionamiento, confianza en sí mismo, saber que está vivo más allá de la final histórica del Bernabeu. Gustavo Alfaro realizó anoche su mejor cambio como DT de Boca, el ingresó de Reynoso por Zarate, impedido de continuar por una lesión. La lógica marcaba la entrada del renovado Carlitos, pero eligió el fútbol del cordobés. Así, juntó en la mitad de la cancha a futbolistas como Salvio, Marcone, Capaldo, Macallister, y justamente Reynoso, posiblemente el medio campo ideal de Boca, junto a la potencia de Wanchope Abila.
El Ramón boquense merece un párrafo aparte, nadie termina de confiar ciegamente en él, salvo él mismo y Tevez. Le trajeron dos números nueve para intimidarlo, Hurtado y Soldano, pero el gran Wanchope demostró quien es el titular, el dueño de la nueve de Boca. 
Por supuesto que esta copa recién empieza, que falta lo más importante, que Boca, Alfaro y los jugadores no han conseguido nada aún, pero lo que sí pasó es que Boca se demostró a sí mismo que sigue vivo, a pesar de Madrid.

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