Como dice Miguel Russo, esto es fútbol, es copa y son decisiones. La decisión de Alfaro de poner lo mejor es comprensible y respetable, porque de ninguna manera le podían revertir un 0-3 en su cancha, le costaba el puesto inmediatamente. Lo que si se puede cuestionar, más allá de todos los atenuantes (3-0 de diferencia y proximidad del clásico), es porque Boca jugó tan mal anoche de local, volviendo a mostrar su cara más floja, un equipo insípido, inseguro, sin fuerza, sin creatividad y sin gol. Todo junto, a cinco días de visitar el Monumental, y a un mes de las semifinales de la Libertadores. Este es el talón de aquiles de Alfaro, el juego y el funcionamiento del equipo no convencen, no ilusionan para ganar la séptima. El Alfaro real lo sabe, cuando se saca el político de la conferencia de prensa de encima, por eso el DT debe saber en su interior que el mejor equipo que se vio hasta ahora, es el que terminó jugando en Quito, y que lo tendrá que volver a poner a la hora de la verdad, cuando ya tampoco haya lugar para tanta rotación “política” para evitar caras de traste en el vestuario.