- 09 de junio de 2020

Ganandole a Boca. Teniendo de hijo al clásico rival. Llenando la vitrina de copas. El muñeco cambió la historia, le sacó los complejos al hincha de River, y llegó al cielo eterno.
Para ser Napoleón se necesita acumular muchas buenas decisiones. Gallardo lo consiguió. El primer momento cumbre, que puso al entrenador de River entre la espada y la pared, fue la Sudamericana 2014. River defendía la punta del campeonato en Avellaneda, y tres días más tarde recibía a Boca en el Monumental por la revancha de la semifinal del torneo internacional. Los primeros 90 habían terminado 0-0 en la Bombonera, con un polémico arbitraje de Trucco que debió expulsar a Vangioni y a Ponzio. El fútbol champagne de River había perdido espuma, por lo que el muñeco, pragmático siempre, se aferró a un fútbol de lucha, mucho más defensivo. Marcelo Gallardo resolvió tirar el torneo local, ese mismo que al día de hoy se le resiste, puso suplentes contra el Racing de Cocca, que lo venció y acabó campeón, pero 72 horas más tarde se dio la primera gran alegría de su ciclo, eliminar a Boca con el gol de Pisculichi en el Monumental, la misma noche que Barovero se transformó en inmortal atajándole un penal a Giglioti. En la final, derrotó a Nacional de Medellín, y se consagró campeón a nivel sudamericano tras dos décadas de abstinencia.
En el verano del 2015, sufrió tal vez su peor humillación como DT, el Boca de Arruabarrena lo goleó 5-0 en un amistoso de verano. River ya no lucía, lo sostenían Barovero y una defensa blindada, compuesta por Mercado, Maidana, Funes Mori, Vangioni, Ponzio y Kranevitter, más el gran momento goleador de Carlos Sánchez. El River de Gallardo, como siempre se recuperó, le ganó la Recopa al San Lorenzo de Bauza, y se las rebuscó para entrar por la ventana a los octavos de final de la Libertadores, allí lo esperaba Boca otra vez, el mejor equipo de la primera fase, que venía de obtener 18 puntos sobre 18 posibles. “Vamos por todo”, expresó Gallardo, convencido, y lo volvió a derrotar, con un gol de penal del uruguayo Sanchez jugando de local, y otro polémico arbitraje, esta vez de German Delfino. En la Boca, solo se jugaron 45 minutos por el gas pimienta, pasó River, que luego eliminó al Cruzeiro en Belo Horizonte, jugando el mejor partido del torneo, y terminó siendo campeón frente a Tigres en Nuñez bajó una tormenta inolvidable.
Ganó la Suruga Bank, y maquilló el 2016 y el 2017 con dos copas argentinas y otra Recopa frente a Independiente Santa Fé de Colombia. Menos mal que Gallardo no se fue en diciembre del 2016, porque el 2018 sería el año más glorioso de la historia del club, nunca le había ganado una final a Boca, y este año lo vencería en dos!
River arribó a Mendoza a jugar la Supercopa del fútbol argentino, con la estrategia de “jugar mal para desconcertar a Boca”, en palabras de Gallardo, sostenido por un invencible Armani. Boca, campeón de la Liga y puntero del torneo en curso, frente a River, campeón de la última edición de la copa Argentina ante Atlético Tucumán. En otro gran escenario, River recuperó el corazón y el alma de campeón, para vencer a Boca 2-0 con goles del Pity de penal y un lujo de Scocco. Gallardo lo hizo otra vez. River se vengó de la final del 76 en la cancha de Racing, que había ganado Boca con un tiro libre del Chapa Suñe. Faltaba un año eterno, que tendría su epílogo glorioso en el Bernabéu. Si bien en estos clásicos quedan de lado los favoritismos, Boca llegaba a Madrid mucho más entero, con un banco de suplentes riquísimo, lleno de variantes como Cardona, Tevez y Zarate, que Guillermo no supó utilizar. River en cambio, tenía a Borre suspendido, a Scocco lesionado, y al muñeco en el palco, suspendido por los incidentes con Gremio de Porto Alegre. Con una gestión maravillosa de Biscay en el banco de suplentes, más los goles de Pratto y el zurdazo histórico e inolvidable de Juanfer Quintero, River ganó la final más importante de todos los tiempos. Marcelo Gallardo se convirtió en Napoleón, y posiblemente en el ídolo más grande de la historia de River. Porqué? Porque fue capaz de revertía historia, de poner de rodillas al clásico rival, ganándole una y otra vez, porque nunca un técnico había hecho tan felices a los hinchas de River. Lo volvió a hacer en la semi de la Libertadores 2019, y quien te dice que no haya una sexta, porque con Gallardo en el banco, todo es posible.
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