Por fin Alfaro se animó a ser él. Pensó un partido de laboratorio en Liniers. Así lo vio y lo planificó el DT de Boca. En el tablero de ajedrez, Nandez a tapar la salida de Gimenez, Marcone mano a mano con Thiago Almada, Capaldo sacrificado para marcar a Nico Domínguez, Buffarini sobre Vargas y Más con Bouzat. Boca anuló al fabuloso Vélez de Heinze. A lo Arsenal de Sarandi es verdad, pero lo hizo. Sin Reynoso ni Almendra pudo apostar por Obando o Tevez, pero eligió marca, fricción, presión, tal vez lo que más siente y le gusta al DT. Partido feo, deslucido, trabado, nervioso, con el morbo Zarate devorándose la primera mitad de partido. En el segundo tiempo los cambios tácticos y de nombres de Heinze mejoraron a Vélez, que tampoco fue una maravilla. Setenta y dos por ciento de posesion para generar dos tiros al arco desde afuera y dos cabezazos, que no pudieron batir a un Andrada excepcional. El gringo deberá explicar porque cuando llegó Vargas era un distinto y hoy es uno más, descartable. En el partido de los técnicos se impuso Alfaro, Vélez no pudo ni supo desplegar sus armas. Boca fue por el negocio y se lo llevó. Fue a no jugar y a que el rival no juegue, pero 0-0 final, y Boca candidato para llegar a semifinales. Tampoco es que Boca soñaba con tener a Guardiola en el banco de suplentes...

Boca jugó como un equipo chico en Liniers, es cierto, tan verdadero como que Boca fue a buscar a este entrenador para tener un poco de esta medicina, la defensiva, que de haberla tenido antes quizás las finales del 2018 hubiesen sido distintas. Burdisso pensó en Alfaro para recuperar algo de la vieja mística de Bianchi perdida en las últimas dos gestiones en Boca,  con tipos del riñón, el Vasco y Guillermo. El jueves se sabrá si valió la pena el horrible espectáculo de ayer, si sacrificar los primeros 90 minutos valió la pena.