Marcos Rojo pagó la no expulsión del clásico de la copa Argentina en el monumental. La primera amarilla estuvo perfecta, la segunda es incomprensible, salvo un deseo compulsivo e inescrupuloso del árbitro de convertirse en el héroe de la tarde.

Ya fue exagerada la amonestación a Enzo Pérez apenas arrancó el partido, en una jugada totalmente normal para la intensidad con la que se vive un River-Boca. Luego, decidió condenar a Rojo a los vestuarios con sólo dos faltas cometidas en 15 minutos de partido, insólito, una verdadera locura del árbitro. Marcos no es un santo ni mucho menos, pero que en esta oportunidad es víctima e inocente de un excesivo protagonismo de Rapallini que arruinó un clásico, que a partir de allí no fue tal, se terminó. Julián álvarez hizo el resto, con la complicidad de Rossi, que jugó un muy mal partido, con un bombazo y un toque de primera tras una gran jugada colectiva, sentenció el clásico a favor de River, que ganó con total justicia, y que debió golear a Boca, que al final de cuentas, como dijo Gallardo se llevó un 1-2 totalmente mentiroso, ya que el súper daba mucho más para una goleada que para un descuento de Zambrano.